La metamorfosis.

A unos metros de mi diviso un delgado árbol pelado. Un árbol débil. Al rato hacen su aparición en escena dos personajes muy grotescos y graciosos. Dos personas absolutamente redondas, gordas por todos lados. La cabeza era perfectamente redonda, el torso, la cintura y las piernas se transformaban en otra pelota gigante. Estaban vestidos con camisetas de mangas largas color fucsia y unos pantalones verde fluorescente apagado.
Uno de esos gordos se para a un lado del delgado, pelado y débil árbol. El otro gordo hace lo mismo del lado opuesto. El gordo que si situó primero comienza a subir lentamente por el árbol, el otro lo acompaña en el movimiento y se van equilibrando entre ellos para que el árbol no se quiebre. A pesar de su tamaño y gordura, ambos se van moviendo con una asombrosa destreza y agilidad, tanto que hasta parece que están danzando arriba del árbol. Suben y equilibran hasta que se quedan quietos entrelazados entre ellos transformándose ambos en una sola cosa. La copa del árbol.
Automáticamente el fucsia de sus camisetas pasó a ser las flores del árbol y el verde de los pantalones las hojas.

Esa fue mi metamorfosis.

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