Olores de infancia

Ayer, día furioso de lluvia, fue un día muy peculiar. Uno de esos días que hacen la diferencia y lo ponen a uno en la cuerda floja, donde uno puede rendirse y caer al vacío o seguir y llegar al final.

Yo sinceramente no sé cuál de las dos opciones elegí, ya que creo que en mi caso, llegar al otro extremo de la cuerda es prácticamente caer en el avismo del no saber que va a pasar, pero por lo menos sé que llegué a alguna de las dos...

Caminaba rumbo a la cueva del Licenciado en Locología pensando en ciertas cosas que uno mezcla en su licuadora de ideas, cuando me di cuenta que había algo extraño en el aire y pensé: "este olor, es olor a infancia", miré al rededor y las imágenes que se presentaban ante mi no traían ningún recuerdo, hasta que veo el piso y noto la arena mojada. Me quedo un rato mirándola y aparece en mi cabeza, a modo de fotografía, un momento de mi vida muy familiar, hasta ahora insignificante.

Pero después noto que hay algo. El lugar donde estoy, me es familiar pero no es mi casa, estoy en un patio cubierto. Estoy sólo, y veo una puerta de chapa. Me acerco, la abro y del otro lado encuentro un patio a medio secar por el Sol. En el patio habían dos trepadoras pequeñas, una más chica que la otra; dos hamacas, un tobogán y una huerta inalcansable, y ahí, justo enfrente mio un arenero. Nuevamente ese olor a arena mojada.

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