"Amanece, que no es poco..."

En sentido contrario al que vienen las pesadillas, llegaba hasta mi inconciente un susurro que traía consigo una dura condena. Y no era algo nuevo.

No entendía por qué estaba ahí, pero la verdad eso no importaba, ya que intentar entender el motivo de mi presencia en ese lugar no me servía de nada, más que para demorarme en encontrar la salida.

Demorado y asustado, luché contra la furia de mares tormentosos llenos de tristeza e ira, y vientos huracanados inmersos en el dolor que en mi causaban desastres y en el resto no generaban ni el más mínimo sobresalto.

Trepé, corrí, salté, tropecé y caí miles de veces, pero siempre lograba incorporarme y seguir avanzando, y a medida que lo hacía, el susurro se acrecentaba en mi cabeza. Ya había pasado de largo a mi inconciente y se había trasladado a otra parte de mi cerebro que yo no reconocía. Pero sabía que estaba cerca, ya casi podía oírlo a mi lado. Finalmente, limando las asperezas de mis pensamientos desconcertados, me concentré un poco en mi situación, até algunos cabos sueltos que se encontraban detrás de unas ideas aburridas y me encontré frente a una especie de umbral. En ese momento entendí todo, ahora veo con claridad cuál es mi dura condena, y voy a hacerle frente. Así que me levanté y apagué el despertador.

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